Decidí comenzar la descripción de la forma de actuar, de ser, de interactuar y de intercambiar cariños con el más grande, fuerte y peludo de los tres mininos. Además, siguiendo el orden alfabético, es a él a quien corresponde.
Botitas es, desde su nacimiento, el más tragón de todos. No se parece a ninguno de sus hermanos ni a su mamá; seguramente es hijo de otro gato pillo, del que no me percaté.
A su nacimiento, su pelaje era blanco y sólo las patas y su cara tenían un color oscuro. Con el paso del tiempo, el pelaje corporal se oscureció y ahora parece que trajera pantalón de tono menos oscuro que sus patas y camisa clara.
El color azul de sus ojos lo hace parecer gato siamés, pero mi adorado es gato arielino.
Su voz es dulce, maúlla cual bebé consentido, lo hace a través de sonidos agudos y de larga duración. Es platicador, con él mantengo diálogos interminables.
Entre sus juegos preferidos en interacción conmigo, el de ser correteado es uno de los que más disfruta, pues se deja atrapar y luego, cuando lo cargo, mira hacia el infinito mientras ronronea. Yo imagino que se debe sentir súper amado y se transporta al paraíso de los felinos.
Le gusta la comida humana, cuando nos sentamos a comer, Botitas se acerca y pide que se le ofrezca una probadita de nuestros alimentos. Nos hace gracia porque sigue un ritual: primero, huele el alimento moviendo su cabeza para olfatear toda la superficie, luego lo lame y, si le agrada, lo toma, mastica y deglute.
Durante el tiempo de encierro por la pandemia, yo trabajaba a distancia y al hacer videollamadas con padres de familia, él se colocaba al frente de la cámara, como si fuera parte importante en el contenido de las pláticas. Yo me disculpaba por la acción de mi Boti; ahora, a la distancia, creo que fue un apoyo porque permitió la distensión de padres y con ello, propició buenos resultados de nuestras charlas.
Mi nieto Santiago es el preferido de los humanos para mi Botitas. Mi nieto tomaba clases a distancia en el mismo espacio en el que yo trabajaba, así que ambos teníamos la compañía de Botitas, quien se sentaba sobre las piernas de Santi, practicando un acompañamiento cariñoso y ronroneador.
Santi decidió un día que él es papá de Botitas.
Cuando sus comederos están vacíos, Botitas me avisa y yo les vuelvo a dotar de croquetas, también se acerca para solicitar agua y, si no le hago caso cuando desea cariños, me lanza mordiditas.
Botitas me saluda en las mañanas, maúlla con un volumen elevado y cuando yo pregunto: “Cómo estás, bebé?”, él cambia el tono de su maullido, se dulcifica y viene hacia mí.
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