El sábado 3 de septiembre de 2016 mientras la flamante madre alimentaba a sus pequeños, nosotras llamamos a todos quienes acompañaron la gestación de nuestra Ariel.
El domingo fue día de fiesta, llegaron a conocer a los bebés mi hijo qpd, mi nuera y mis nietos, además de mi prima Tere con su esposo, el gran Toño Galaxy e hijos.
La visita familiar fue emocionante, todos celebrábamos el milagro de la existencia reflejada en los cinco seres que, a ciegas, se desplazaban hacia el olor de la leche materna. Mi mamá qpd y yo estábamos felices y orgullosas, nos consideramos parte del logro de Ariel.
No recuerdo quién nos recomendó que debíamos tener cuidado con las crías, porque los gatos adultos suelen ser agresivos con ellas y por eso, decidimos mantenerlos dentro de la habitación durante las ocho semanas de lactancia. Diariamente, antes de salir rumbo al trabajo, yo entraba al cuarto para dar comida a Ariel, acariciarla, hablarle y ver a sus gatitos.
Las visitas de mi hijo y su familia fueron muy frecuentes, varias veces a la semana pues querían observar directamente la evolución de los nuevos mininos. Ellos eligieron dos, un macho y la única hembra.
Emilio y Mary analizaban a los filósofos anarquistas, por ello decidieron que el macho llevaría por nombre Bakunin y a la hembra, el nombre de un dulce, Kori. Sin embargo, respetaron el tiempo de lactancia, los dos meses reglamentarios.
Fue fascinante observar que, en cuanto los cachorros abrieron sus ojos y reconocieron el lugar, se dirigían hacia el arenero. Para facilitarles la tarea, coloqué un recipiente rectangular bajo, con la finalidad de que la acción de introducirse en él fuese amable para ellos y no perdieran la capacidad de responder a sus instintos.
Transcurrido el tiempo necesario, Emilio se llevó a Bakunin y a Kori; nos quedamos con tres machos. Mi hijo me sugirió los nombres para dos de ellos, uno sería Kyle y el otro, Kenny. Para el tercer gatito, el más delicado y frágil, no obtuve propuestas.
Me di a la tarea inútil de buscar padres para mis gatos. Con el cuidado, la atención y el juego diario, el cariño hacia ellos se incrementó y cuando al fin tuve dos peticiones en las que los antecedentes fueron el envenenamiento de una mascota, mi respuesta fue un rotundo “¡NO!”. ¿Mis razones? En primer lugar, los amaba ya y la segunda, no los iba a exponer a un fatídico destino si yo tenía la posibilidad de brindarles bienestar y cuidados.
Así pasaron unas semanas más. Kyle me parece que es un nombre bonito, pero debo aclarar que soy ignorante y desconocía la manera en la que se escribía el nombre, así que lo plasmé Kahil y la verdad, me parece que mi gatito se identifica más con esta ortografía.
En cuanto a Kenny, no me gustaba mucho y creo que a él tampoco, porque no respondía a ese nombre. Lo pensé bien, tiene los ojos azules, su carita, cola y patas de color café intenso. Decidí que le vendría mejor llamarlo Botitas.
En cuanto al tercero, el frágil, delicado y tímido, fue un poco más difícil. Un día, no sé la razón, me vino a la mente el nombre Tommy y al parecer a él le agradó, porque responde, gesticula y ronronea siempre y cuando no lo levante ni lo cargue más de 30 segundos. Él es quien pone las reglas en nuestra relación.
Que linda historia mi querida Tere, llena de amor por los preciosos cachorros
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