Perlita fue una perrita muy dulce e inquieta. Como la característica de los chihuahuas es el racismo, entendido como el rechazo hacia los demás animales que no comparten sus características, estableció “amistad” relativa con Valentina, esto porque ambas eran cachorras cuando las adquirimos, pero nunca fue aceptada por Greta, que era la adulta alfa.
Para compensar el desdén que recibía mi pobre caniche, yo la consentí de manera superlativa. Cuando regresaba del trabajo, era la primera a quien cargaba, besaba y hablaba con palabras dulces. También era la que más alimento y premios recibía.
Emilio y yo la cargábamos y cuando él la tenía entre sus brazos, yo le pedía que fuese conmigo extendiendo los míos, como se hace a los bebés. Ella, al ver mi ofrecimiento, se impulsaba hacia mí para que la cargase. ¡Era un verdadero amor!
Con ella inicié en el tejido de suéteres para perros, recuerdo uno que hice con franjas horizontales banco y rojo. A pesar de mi daltonismo, siempre me he fijado en la combinación de colores y la comparación con los que tienen banderas, uniformes y cualquier otro tipo de distintivos. Recuerdo que pensé que yo no soy aficionada al futbol y al iniciar el tejido, pensé que esperaba que no la relacionaran con el equipo de las chivas. También le tejí uno azul rey con el que se veía hermosa.
Más adelante, la enseñé a recoger el premio de mi boca, era todo un espectáculo de amor.
Como resultado de tanto cariño y atención, Perlita se hizo demandante; cada vez que me veía, ladraba o aullaba para que le diera premios. Yo me escondía en el estudio de la casa y cuando me asomaba, ella comenzaba a ladrar.
Cierta ocasión, Emilio qpd me hizo la siguiente observación: “Perlita te quiere tanto que cuando se acerca la hora en la que acostumbras llegar, se echa frente a la puerta”. Mi perrita era correspondida, yo la quise mucho, su nombre fue mi palabra clave para acceder a la computadora. Recuerdo que una ocasión en la que la directora del vespertino quiso utilizar la computadora que yo tenía en la escuela, se encontraron con que tenía una palabra clave. A ella no le costó mucho saberla, pensó en mi mascota consentida.
Perlita sufría algunos trastornos, esto se debe, supongo, a la voracidad humana. Hay criadores que, con tal de obtener dinero, permiten la reproducción entre hermanos. Yo creo que eso ocurrió con mi Perla, porque ella presentó problemas óseos, sus vértebras estaban mal implantadas y se observaba una curvatura convexa cuando le hacían el tratamiento estético, tenía problemas en su cadera lo que impedía que la perrita saltara pues había peligro de dislocación de cadera, nunca tuvo el celo y siempre se portó como si fuese cachorra.
Una noche, al regreso del trabajo, hice lo acostumbrado. Preparé el alimento para mis perritas y las llamé. Ella se acercó, olió la comida y se retiró. Yo quedé angustiada porque ese comportamiento no lo había observado antes. Al día siguiente, que era sábado, la llevamos con la veterinaria. La doctora Wendy elevó la oreja de mi Perlita y vio que estaba blanca. Me dijo que tenía anemia y que tal vez se debiera a una mordida de rata y sugirió practicarle unos análisis. De inmediato, nos pusimos en acción y localizamos un hospital veterinario que se encuentra en la avenida Transval. Ahí llevamos a mi Perlita. El médico nos sugirió que la dejásemos internada después de descartar la infección generada por los roedores.
Mi pobre Perlita permaneció cuatro días en el hospital. Estuvo una noche con nosotros antes de fallecer.
En su memoria, creé un blog titulado "Una perla en el cielo", mismo que desapareció al eliminar una antigua cuenta de correo. No supe cómo salvarlo.
Aún ahora, cuando rememoro su compañía, su amor y su presencia, el dolor por su ausencia me invade, fue una compañía inigualable por su dulzura, alegría, resistencia y fidelidad, además de un ser que inspiraba una ternura increíble.
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