A nuestra primera perrita de raza pequeña, la compré con el primer sueldo de mi trabajo como maestra de educación especial, en el mes de mayo de 1994. Fue así como lo hicimos, Primero, una plática en familia para acordar la necesidad de tener una mascota propia al interior de la casa puesto que, aunque teníamos varios perros que vivían en la calle de Vietnam, a los que alimentábamos y manteníamos limpios y vacunados, nos hacía falta uno que estuviese todo el tiempo con nosotros.
Fuimos mi mamá, Emilio (ambos qpd) y yo a una clínica veterinaria que se ubicaba en Bosques de los continentes; afortunadamente, había una camada de cachorros chihuahuas y una de ellas, Greta, fue la que nos eligio porque se av-alanzó hacia nosotros cuando la doctora abrió la reja donde se encontraban tres bebés caninos.
La doctora nos sugirió que alimentásemos con Gerber a la cachorra, eso durante algunos meses, no recuerdo cuántos.
El hecho de que se le haya puesto el mismo nombre de la anterior perra se debió a mi elección, es que me parece un nombre muy elegante y bonito. Era enternecedor verla con cuánta avidez comía su Gerber y al terminar, se iba de lado, con la pancita hinchada como un globo. ¡Nos provocaba una alegría indescriptible!
Recuerdo que siempre fue muy golosa y comelona, le gustaba que Emelia, una joven que nos ayudaba en las labores domésticas, preparase pollo en chipotle; cuando lo hacía, servía la comida de Greta en el piso del comedor, para que nos acompañara mientras era el momento de la reunión familiar para hacer nuestro segundo alimento del día. También le gustaban las paletas de caramelo, las galletas, el pan y los helados.
Greta fue muy querida por todos; ella tenía siete muñequitos de peluche y cuando llegaba el tiempo de su celo, a pesar de habérsele practicado una esterilización, ella los lavaba y los colocaba dentro del closet y ahí permanecía con ellos, creíamos que imaginaba que eran sus hijos.
Gretita vivió 17 años; nos acompañó en los momentos importantes de nuestras vidas durante mucho tiempo, el desarrollo académico y personal de Emilio, el regreso y permanencia en México de Alfredo durante dos años, creo que a finales del siglo pasado; la llegada de Valentina y Perlita en 2004, el fallecimiento de mi padre en 2006, el regreso de Ágata en 2007, el matrimonio de Emilio y Mary en 2008 y el nacimiento de mis nietos en 2009 y 2010.
Una de las cosas que más le gustaban era que le sacáramos fotos, porque a la voz de “¡Foto!”, ella respondía posando para la cámara. También aprendió a dar besos en respuesta a la palabra, porque cuando yo me iba a trabajar le decía: “Ya me voy, Greta. Beso.” Ella levantaba la cabeza y se alistaba para darme un lengüetazo de despedida.,
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