Al departamento llegaban dos periódicos, Excélsior y El Universal, la suscripción a esos diarios tenía ya muchos años. Mis padres, ambos periodistas, los leían con avidez y cuando se mudaron, no solicitaron el cambio del registro pues mi papá utilizaba una de las hahabitaciones como oficina.
Una tarde José Luis encontró un anuncio: se regalaba una perrita con pedigrí de la raza weimaraner. Marcó el número telefónico incluido en el aviso, acordó con quien era el propietario la hora de entrega.
No recuerdo cómo fue el translado del cachorro a la casa, tampoco los motivos al interior del departamento que nos obligaron a buscarle alojamiento enla casa de mis padres. Sólo recuerdo que era hermosa, tenía una especie de acta de nacimiento, un certificado de su linaje y que era un verdadero torbellino.
Ella llegó a nuestras vidas con el nombre de Bianca, era gris y con unos hermosos ojos azules que, supongo, reflejaban su ternura y su inquietud.
Mis papás y Alfredo la recibieron con mucho cariño. Ella era tierna cuando estaba acompañada, pero cuando se quedaba sola, hacía de las suyas en extremo. Una ocasión, ella se encargó de distribuir por la superficie de la sala y el comedor pedacitos de papel periódico que había destrozado; Alfredo me platicó que Bianca se acostaba sobre la mesa para descansar.
Me resulta imposible recordar todos los destrozos que cometió la finísima Bianca, pero lo que sí me queda claro es que el propietario deseaba deshacerse de ella y nosotros fuimos los que la elegimos. La permanencia de Bianca al interior de la casa de mis padres era, en sí misma, un riesgo y mi papá pidió a mi hermana Gaby que buscase alguien con un terreno grande para que la adoptase. Y así es como terminó nuestra experiencia con la más elegante, fina, destructora y traviesa de las mascotas que hemos tenido.
Muy linda esa raza son bonachónes y si destrozan pero son similares en actitud a los labradores.
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