En diciembre de 2002, Emilio qpd dio un obsequio navideño a su tío Alfredo. Era una bolita de pelos bicolor con enormes ojos verdes. La cachorra era hija de una gata llamada Camila, perteneciente a Angélica, la entonces novia de mi hijo.
Mi hermano vino a México por dos años, había dejado en Estados Unidos a su esposa y dos gatos, Tigre y Griselda. Cada fin de semana mi hermano se reunía con su esposa, por lo que nos dejaba encargada a la pequeña.
El nombre lo eligieron mi hermano y mi cuñada, sé que fueron descartando nombres pero al final, se decidieron por Ágata debido, supongo, al color de los ojos y porque de alguna manera, hacía referencia a su especie.
Los ojos de Ágata eran muy expresivos, con la mirada y los gestos indicaba preferencias, gustos y caprichos. Mi hermano me comentó que siempre fue muy atrevida, que bajaba corriendo las escaleras y sus paatitas no eran capaces de detenerse antes de chocar con las superficies verticales de la casa.
A nosotros nos alegraba mucho los fines de semana, Greta contribuyó en la formación y crianza de Ágata, pues desde el viernes porla noche, las dos mascotas se juntaban para jugar, corretearse, comer, dormir, divertirse y perseguir insectos.
Casi un año después, Ágata se fue a Estados Unidos con mi hermano. Los trámites que se llevaron a cabo y las vacunas necesarias para el traslado de la gatita fueron varios y al fin, ella fue a vivir al país del norte. La estancia allá fue difícil para todos, la adaptación al nuevo estilo de vida y a la presencia de las mascotas constituyó un verdadero problema, pues las disputas con Tigre eran frecuentes; ambos eran alfa.
A principios del 2007, Alfredo nos solicitó dar alvergue a la pequeña Ágata, pues su gatita Griselda había sido diagnosticada con cáncer y le había sido amputada una patita; Ágata era muy pesada con la convaleciente que requería de cuidados especiales.
Al principio, Ágata se mostraba distante con nosotros, no se nos acercaba y sólo corría de un patio a otro. Poco a poco se estableció la confianza y el cariño se fortaleció, reanudó los juegos con Greta; mi padre falleció en septiembre de 2006 y la llegada de Ágata fue un aliciente en nuestras vidas.
A Emilio le gustaba cambiar los nombres y poner sobrenombres, le decía “Ah, gata” o “E-Cat” y ella respondía a las tres formas de dirigirnos a ella. Sabía cuando se hablaba sobre ella porque posaba y su expresión cambiaba, era una carita de presunción y de orgullo.
Alrededor del año 2008 se perdió; Ágata acostumbraba sentarse sobre la barda de la casa y desde ahí, mirar la calle, los autos y a los transeúntes que pasaban. Mi hijo y yo recorrimos las calles de la colonia, pegamos carteles con la fotografía y los datos pero nada. Casi una semana después del hecho, en la madrugada, Emilio nos despertó; tenía a Ágata entre sus brazos y ella, con los ojos desorbitados y despeinada, nos miró.
A la mañana siguiente, la llevamos con el veterinario para que le dieran un buen baño pues no sabíamos por dónde habría andado. Al ir por ella, la encontramos rapada y con el costado izquierdo sin piel; el doctor nos dijo que la gatita había sido atacada y que, además del lado izquierdo, tenía una oreja mordida. Sólo ella supo quiénes la agredieron de esa manera, puesto que debido a la convivencia con Greta, no temía a los perros pero tampoco descarto una agresión entre gatos.
El doctor indicó que debería ser curada la herida diariamente, entonces la llevábamos a un consultorio veterinario cercano a la casa, la doctora se llama Wendy y su ayudante era un jovencito que ama a los gatos, así que nuestra Ágata fue muy apapachada durante las curaciones.
El pelaje volvió a crecer en el área en la que la piel se regeneró, pero el color fue menos oscuro.
A nuestra gatita le encantaba comer, además de la comida húmeda, las latitas gourmette, la cajeta, las paletas coronado, el pan y los premios. Recuerdo que al llegar a la casa, a mediodía, ella y Valentina estaban a la expectativa, cuando yo abría la puerta, ambas corrían al interior de la casa, ella saltaba a la mesa de la sala y ahí esperaba su recompensa; pero también pedía los premios por antojo, entonces yo le decía que me los pidiera en secreto y ella, obediente, maullaba en un volumen casi imperceptible.
La personalidad de Ágata era fuerte, yo la quise mucho y por esa razón, Gerardo diseñó un blog en el que yo escribía intentando imaginar las opinioes de mi gatita con base en sus actitudes, comportamientos y travesuras.
Ágata vivió 19 años y es la única de todas las mascotas que tuvo cinco casas y dos familias.
Que bonita historia de Ágata!! Recuerdo en 2006 cuando falleció tu papi, Emilio estaba aquí en Guadalajara con nosotros, tenía creo entre 1 y 2 meses de estar aquí aproximadamente, vino a buscar trabajo, mis hijos fascinados con su primo en casa, ellos guardan con mucho cariño un libro de poemas que Emilio les regaló
ResponderBorrarCuando tu papi falleció se regresó a Ciudad de México
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