Efectivamente tuvimos un zoológico en casa, desde niñas nos
gustaban todo tipo de animalitos.
Cuando estábamos en la primaria, mi hermana en pre primaria y
yo en primero; lo que nos gustaba al salir de la escuela era pasar a comprar,
no golosinas, sino peces; era nuestro premio al salir de la escuela. Al grado
que nuestra colección fue de dos peceras enormes, aproximadamente 70 peces. Por
supuesto nuestra obligación era darles de comer en el momento que llegábamos de
la escuela, era la condición para poder tener a los peces. Era muy simpáticos,
cada que tocábamos las peceras sentíamos que bailaban y nadaban de un lado al
otro, todos alborotados, probablemente era porque querían comer y nosotras pensábamos
que se alegraban al vernos.
En cierto momento hubo dos temblores, el agua se agito y
muchos de ellos saltaron de las peceras; después de varios años solo quedo un
beta, al que le puso mi papá el nombre de Vivianito, ya que fue el único que sobrevivió.
Y Vivianito iba con nosotros de viaje, no requería de muchos cuidados. En un
viaje a Veracruz, nos fuimos a la playa, ¡y por qué no! también nos acompañó, pusimos
una toalla y lo pusimos a que viera el mar; mientras nosotros entrabamos y salíamos
del mar estaba muy pendiente de todo lo que hacíamos; creemos que lo disfruto,
porque cuando pusimos la pecera cerca del oleaje daba vuelta y vueltas en su
pecera. Duro muchos años.
Al mismo tiempo, le regalaron a mi mamá a una gatita, que en
ese tiempo le pusimos Kitty (estaba de moda) era tremenda, tenía prohibido
molestar a Vivianito, en varias ocasiones la sorprendimos metiendo su pata a la
pecera, por supuesto si la sorprendía mi mamá, recibía un buen zape. Tampoco podía molestar a ningún pájaro que se
parara en la ventana.
Ya cuando tenía un año, llegó una perrita french poodle que
nos regalaron y le pusimos el nombre de Kelly, sí, también fue porque estaba de
moda la serie los Ángeles de Charly; ella sí la padeció porque Kitty cuando Kelly
era bebé y quería bajar las escaleras, Kitty la ayudaba dándole un empujón,
claro que la perra salía rodando por las escaleras, verdad! Sin embargo eran cómplices
para muchas cosas; cuándo tenía que hacer mi cama, por ejemplo, en menos de
cinco minutos entre Kitty y Kelly se encargaban de desbaratar las camas (de mi
hermana y mía) nosotras le gritábamos a mi mamá para acusar el desorden que habían
hecho, porque a nosotras no nos hacían caso, tenía que llegar mi mamá que era a
la única que le hacían caso y cuando la escuchaban subir ya la estaban esperándola
al filo de las escaleras con cara de ¡nosotras no fuimos! Solo así dejaban de
jugar, quizá nos decían ¡que chismosas! Pero la única orden que obedecían. Cuándo
mi mamá nos llamaba con un grito, ¡niñas a comer! Las que llegaban primero y se
ponían en primera fila alrededor de la mesa, eran Kitty y Kelly ¡se sentían las
niñas de la casa!
Poco tiempo después llegaron los hámsteres, se llamaban Chipi
y Dodó; ellos tenían su casa de una pecera grande que teníamos, pero la
adaptamos; Kelly no los tomaba mucho en cuenta, pero por supuesto como Kitty podía
subirse a todos lados, su curiosidad no paso de largo con los hámsteres; primero
tenía prohibido acercarse pero un día se nos olvidó cerrar la habitación dónde
estaban Chipi y Dodó, al regresar nos encontramos con que Kitty estaba dentro
de la pecera durmiendo, al principio nos espantamos porque no los vimos, pero
al mover a la Kitty, Chipi y Dodó se encontraban durmiendo en su panza. Pero aquí
no paro, diariamente iba Kitty a verlos, a veces se dormía fuera de su casa, en
otra ocasiones solo los observaba. Después los hámsteres, se paraban solo en
sus dos patitas, como llamando a Kitty y ella bien consentidora metía su brazo
y los hámsteres trepaban hasta llegar a su lomo de Kitty, de esta forma los
sacaba de la pecera y los bajaba al piso o hasta la sala; un buen día
desaparecieron, cuatro días nos tomó encontrarlos; mi mamá se puso muy energía
con Kitty y le dijo me encuentras a ese par, pues la gata se acercó a un hueco
que había debajo de las escaleras donde se guardaban cosas que no se ocupaban,
se sentó enfrente de la puerta que había en ese hueco y empezó a maullar, por
supuesto tuvimos que sacar todo lo que había dentro, y se encontraban hasta el
final del hueco, con migajas de pan, cacahuates que no sabemos de dónde los
tomaron, ¡verdad! Después de ese ocasión jamás se volvieron a perder, Kitty los
siguió sacando de su casa, pero los vigilaba y la que también empezó a vigilar
fue Kelly, solo que ella si veía que se escondían corría a avisarle a mi mamá,
en esa segunda ocasión royeron algunos papeles de importancia, hasta la fecha
los guardamos de recuerdo.
Y se preguntarán y los nombres en está ocasión de dónde se
les ocurrió Chipi y Dodó, pues sí, fueron de caricaturas; en el caso de Chipi,
fue de las ardillas Chip y Dale; en el caso de Dodó, del Sargento Dodó (del
inspector Clouseau)
Ciudades querida bere muchas felicidades tu anécdota es deliciosamente divertida
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