26 febrero 2024

UN LEÓN “TROTSKI”


 

 



   Santiago y Darío, gracias a las orientaciones del gran amante de los gatos, Toño Galaxy, se sentían dichosos de visitar semanalmente a Ágata y, por añadidura, a sus abuelas y a Valentina.  Así, cada quien desde sus respectivos domicilios, esperaban con ilusión que llegase el viernes y se alistaban para el encuentro.  Dado que sus papás mostraban una gran vocación hacia el fortalecimiento de la felicidad de sus vástagos, se dieron a la tarea de buscar un gato para sus hijos.

   Lo anterior ocurrió una tarde de otoño, era noviembre de 2015.  Reunidos en la sala de su departamento, Emilio y María escuchaban con la satisfacción propia de los padres al valorar el desarrollo de sus hijos,, las vocecitas de los pequeños de 4 y 5 años, que relataban, entusiasmados, la creciente destreza para dibujar aves y otros animales en el papel que, después de ensartarle  un hilo de estambre, mostraban a Ágata y las reacciones de ella, la emoción que les producía que la enorme y majestuosa felina se dejase acariciar por ellos, además de la felicidad que les provocaba cargarla. 

   Los padres se miraron, ambos se inclinaron uno hacia el otro, hablaron quedo y tomaron la decisión.

   Emilio encendió la computadora y, en el espacio destinado para la búsqueda, escribió: “gatos en  adopción”.  De inmediato se desplegó una larga lista de nombres y direcciones, pero la que llamó su atención fue una que le remitió a los sentimientos más sublimes que un humano pudiese experimentar: “Ángeles peludos”.

   Al acceder al sitio, llamó a la familia, había toda una galería de gatos, todos diferentes pero adorables.  Mary, Santi, Dadá y él observaban las imágenes con ilusión, todos eran demasiado lindos y no decidían cuál gato sería el idóneo.  Casi para el final del gran cúmulo de fotografías, vieron uno, gris atigrado, que encantó a todos, su nombre era Humo.

   Emilio, con ansiedad, escribió al administrador del albergue para concertar la cita, que sería el siguiente sábado en el parque de Los venados.

   Como era lunes, la familia tendría que esperar cinco largos días.  El martes, al regreso de los respectivos empleos de los padres y las escuelas de los hijos, fueron a buscar los  artículos necesarios para dar comodidad al próximo miembro de la familia.  Regresaron con una camita, una frazada, un par de comederos y una bolsa de croquetas. 

   El viernes por la tarde los niños sólo fueron con Ágata, Valentina y sus abuelas para saludarlas y recoger una transportadora; estaban tan felices y emocionados porque al día siguiente irían con sus padres a conocer a su nueva mascota.

   El parque de Los venados es grande, arbolado, con bancas para que las personas respiren el aire y disfruten un buen rato de apacible tranquilidad dentro de la caótica ciudad. 

   A pesar de no haber dormido las horas acostumbradas, los niños iban muy despiertos y felices, ilusionados y ansiosos por tener entre sus manitas al adorable Humo. 

   El trayecto parecía interminable, no por el tráfico, sino por la ansiedad; los padres repasaban las señales acordadas con las cuidadoras de animales, iban a ir vestidas con pantalón de color verde, con blusa y gorro gris, los nombres eran Leslie y Stephanie.  “¡Qué chistoso!”, comentó Emilio a su esposa Mary, “Los nombres en México son importados o ¿acaso serán extranjeras?”.

   Descendieron del coche, los cuatro se introdujeron al parque, los padres se sentaron en la banca acordada mientras los niños corrían entre los árboles; después de un rato,  vieron acercarse a dos mujeres con combinación verde-gris, una de ellas con una caja con orificios.  Se presentaron y al entregar “el paquete”, dieron la siguiente sugerencia: “Humo está nervioso, no vayan a meter los dedos porque los puede arañar o morder.  Ténganle paciencia, es un gato rescatado que no ha tenido casa”.

   Ya de regreso en su hogar, el papá abrió la caja y el gato saltó.  Era hermoso, con ojos verdes y su pelo, de dos tonos de gris, las franjas más claras resaltaban el tono más encendido.  Humo miró a los cuatro humanos, los vio con recelo pues no tenía buenos antecedentes de las personas.

   Todos le hablaron, intentaron darle confianza y cariño a través de sus palabras, se acercaron a él sin tocarlo.  Habían decidido esperar a que el gato adoptara a la familia.

   Así transcurrieron algunos meses, Humo había cambiado de nombre, la decisión se basó en que más que gato, era como un león y el León humano más férreo, aguerrido y valiente había sido León Trotski.  Bueno, la verdad es que Emilio y Mary cursaban la maestría en Filosofía Política y leían sobre marxismo.

  

 

  

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